Presionó con fuerza el sello, previamente humedecido,
contra el sobre blanco. Sujetó el envoltorio frente a sus ojos y lo observó con
detenimiento, comprobando que todo estuviera correcto.
—Raúl, ¿estás listo?
Su madre lo esperaba ya en la puerta, sujetando una bufanda
de cuadros, su favorita. Con la ilusión de sus inocentes seis años, Raúl fue a
su encuentro y dejó que se la ciñera en torno al cuello. Esa mañana tenía una
importante misión que cumplir y no quería que el gélido frío del exterior le
impidiera llevarla a cabo.
Salieron del edificio hacia las desapaciblemente frías
calles de Barcelona, por las que anduvieron un par de manzanas hasta llegar a
la librería de su padre.
—Veo que ya tienes todo preparado, Raúl —advirtió este, al
verlos cruzar la puerta de cristal de la entrada—. En ese caso no os
entretengo. Venid cuando hayáis terminado y os invito a tomar un buen chocolate
caliente.
Raúl sonrió ante la idea y su padre le revolvió con cariño
el pelo. Volvió a salir a la calle y continuó avanzando, en dirección al punto
de la ciudad en que debía cumplir su encomienda. Al llegar a la Avenida
Diagonal, su madre extendió una mano hacia él. Hasta entonces, había sujetado el
sobre fuertemente con cada uno de sus diez dedos, por lo que tuvo que liberar una
mano para sujetar la de su madre. Asidos el uno al otro, atravesaron la calzada
y llegaron a la acera contraria.
En ese momento, pasaron por encima de una rejilla,
dispuesta a ras de suelo. Una fuerte bocanada de aire, impulsada por el paso
del metro más abajo, sacudió enérgicamente el blanco envoltorio hasta hacerlo
volar de entre sus dedos.
—¡Mamá, la carta! —exclamó el pequeño, mientras soltaba la
mano de su madre y se lanzaba a correr calle arriba, dejándola atrás, sin
perder de vista el sobre arrastrado por las corrientes de aire.
Siguiéndole la pista, atravesó la entrada al parque Turó y
siguió corriendo por los despejados senderos de arena. El sobre le llevaba la
delantera, deslizándose aleatoriamente entre las copas de las encinas y
palmeras. De pronto, Raúl comprobó cómo su presa se estrellaba contra la rama
de uno de estos árboles y se precipitaba como el plomo hacia el suelo. Pensando
que aquella era su oportunidad, que debía recogerlo antes de que retomara el
vuelo, apuró el ritmo de su carrera en dirección al punto aproximado de
aterrizaje.
Se encontró frente a una frondosa agrupación de arbustos,
al pie del alto tronco con el que el envoltorio se había estrellado. Rastreó la
superficie de hierba, anexa al sendero, sin encontrar rastro alguno de su
objetivo. Comenzó a pensar que lo había perdido definitivamente, que todo el
trabajo que había pasado había sido en vano. Ya no le quedaba tiempo para
remediarlo, pues en apenas dos noches sería demasiado tarde.
A punto de darse por vencido en la búsqueda, decidió probar
suerte al otro lado de los arbustos. Aprovechó su pequeño tamaño para
internarse entre las ramas, abriéndose paso con ambas manos, hasta aflorar más
allá del seto.
Ahí estaba, algo arrugado pero aparentemente íntegro, apoyado
en una raíz que afloraba desde el subsuelo, como si hubiera estado esperando la
llegada del pequeño Raúl. Este suspiró aliviado y avanzó hacia aquel punto, con
una mano extendida hacia el frente.
Apenas unos centímetros antes de lograr recuperarlo, un
estilizado guante blanco se interpuso en su trayectoria, rodeando el sobre con
delicadeza. Raúl dio un pequeño paso atrás, sorprendido, y comenzó a alzar
lentamente la vista. Más allá del guante blanco se extendía una manga de
aterciopelada tela roja, rematada por un puño blanco de aspecto algodonoso.
La figura se irguió hasta ponerse en pie, sin dejar de
sujetar el sobre entre sus dedos. Entonces fue cuando Raúl contempló las botas
de cuero marrones hasta la rodilla, los gruesos pantalones rojos y la chaqueta
roja con detalles también blancos que ocultaba una prominente barriga abarcada
por un ancho cinturón marrón.
Aunque ya creía saber de quién se trataba, siguió subiendo,
observando con atención. Como había supuesto, la figura portaba un picudo
sombrero rojo y blanco, que junto con la frondosa barba blanca, apenas permitía
distinguir los rasgos de su rostro. Sobre la ancha nariz, descansaban unas
gafas redondas que enmarcaban unos diminutos ojos oscuros.
—E… eres… —balbució Raúl, incrédulo ante lo que sus ojos
contemplaban.
La figura elevó la mano con que sujetaba la carta hasta la
altura de su pecho. La otra la llevó hasta su rostro y extendió el dedo índice
sobre sus labios, en señal de silencio.
—Raúl, ¿dónde estás?
Al escuchar la voz de su madre, el pequeño se giró
instintivamente hacia su espalda. Recordando que estaba escondido tras el seto
y que era imposible que pudiera verla, se volvió a girar hacia la inesperada
figura. Descubrió, sin embargo, que esta ya había desaparecido, dejando a su
paso solo la sensación de que unos brillantes polvos mágicos se disolvieran en
suspensión en el punto que antes había ocupado.
—¡Raúl, por fin apareces! —exclamó alterada su madre, al
verlo emerger de entre unos arbustos—. Te he estado buscando. No puedes salir
así corriendo y desaparecer. Te podría haber pasado cualquier cosa.
—Lo siento, mamá. Es que la carta salió volando…
—¿Y la carta? —preguntó la mujer, al comprobar que su
pequeño ya no la llevaba consigo—. ¿La has encontrado? Porque hay que llevarla
ya al buzón, o Papá Noel no la recibirá a tiempo.
—No te preocupes, mamá —le dijo Raúl, con expresión de
satisfacción—. Ya no hace falta que se la envíe.
—¿Y eso? —preguntó ella, desconcertada por la seguridad con
que el niño había respondido—. ¿Qué ha ocurrido?
Con resolución, Raúl le extendió una mano abierta a su
madre para volver con ella a la librería de su padre y así poder disfrutar del
prometido chocolate, antes de responder:
—Te lo contaría, mamá, pero no me creerías.
Imagen:https://www.google.es/imgres?imgurl=https%3A%2F%2Fznaysad.ru%2Fwp-content%2Fuploads%2F2017%2F01%2Fkustarnik_zhasmin_13-e1483881531282.jpg&imgrefurl=https%3A%2F%2Fznaysad.ru%2Fsadovye-kustarniki%2Fdekorativnie%2Fchubushnik-posadka-i-uhod.html&tbnid=5MrLTGm92Oef3M&vet=1&docid=4Tary3n90cnjyM&w=882&h=499&q=%C3%A9rdeslevel%C5%B1%20gy%C3%B6ngyvir%C3%A1gcserje&hl=es&source=sh%2Fx%2Fim
No hay comentarios:
Publicar un comentario