Sentado sobre
la cama, envuelvo con mis brazos la almohada impregnada en tu recuerdo. No hace
ni dos noches que nuestro perfecto idilio llegó a su fin, con esa fuerte
discusión tras una jornada ahogada en el alcohol. Esa noche, me vi arrastrado
por una marea de resentimientos y pugnas internas, mis labios articularon
palabras surgidas directamente de mi impulsiva insatisfacción, del dolor
incardinado al hecho de saberme consciente de que esto no era lo que buscaba,
no era lo que durante toda mi vida había ansiado llegar a lograr alguna vez.
Todo era
perfecto hasta que dejó de serlo. Las sinceras conversaciones dejaron paso a
los silencios culpables; las ocasiones en que nos entregábamos por completo el
uno al otro, a esporádicos encuentros temporales; las noches de desenfreno en
tu compañía, a nocturnos desvelos de silenciosas lágrimas en el lado opuesto de
la cama. Sin habernos dado cuenta, la monotonía se había adueñado de nuestros
días.
Lejos quedan
ya aquellos primeros meses, en que me sentía capaz de vivir, de respirar,
gracias a que tú estabas a mi lado. Ahora que estás lejos, ahora que me has
abandonado, me veo obligado a prescindir de tu presencia para poder respirar, a
prescindir de tu incondicional apoyo para vivir un día más esta agobiante
soledad.
Pero lo peor
de todo es que lo sabía. En mi fuero interno, desde el mismo instante en que te
conocí, supe que lo nuestro no duraría para siempre, que estaba predestinado a
desaparecer entre la niebla del tiempo. Traté de prepararme a conciencia, de
armarme de recursos para cuando llegara aquel día en que te fueras, y yo
volviera a sentir que mi vida estaba incompleta. Llegaste a mí como aquello que
daría por fin sentido a mi existencia, que arrojaría algo de luz a ese túnel
oscuro en que había sido encerrado mi ser, y ahora que te has ido, los
fantasmas de la desilusión pasada han llamado a mi puerta. No podía evitar que
entrasen, no tenía fuerzas para prestar resistencia, así que diluí en amargas
lágrimas mis barreras y me dejé poseer por ellos.
Decido que no
puedo seguir así. Toda mi vida no puede irse al traste por que me hayas
abandonado, sin que haga nada para remediarlo. Dejo a un lado la almohada y
decido que he de luchar por recuperarte, por que vuelvas a formar parte de mi
vida y a guiarme en mi existencia.
Coloco sobre
mis piernas estiradas el portátil, en cuya pantalla el cursor palpita sobre una
página en blanco. Ha llegado el momento de salir en tu busca.
Imagen: https://images.app.goo.gl/oy8u5F3WZxtvSHjXA
No hay comentarios:
Publicar un comentario