La chica se
detuvo al pie del faro. Aquel edificio cilíndrico de blancas paredes se
extendía sin fin, apuntando hacia el cielo estrellado. En lo alto, la luz
giratoria alumbraba cíclicamente la oscuridad alrededor del cabo. No parecía
que hubiera nadie alrededor, así que abrió la puerta metálica y accedió al
interior.
Una escalera
de caracol de desgastados peldaños ascendía entre la columna central y la
pared. Comenzó a subir, paso a paso, descubriendo innumerables declaraciones de
amor pintadas en las paredes. Nombres de auténticos desconocidos y fechas que
tenían algún significado para ellos, y que a ella solamente le hacían sentirse
peor.
No tardó en
llegar a la cúpula en la cima. En el centro, la potente bombilla resplandecía,
rodeada por una plancha cilíndrica de metal que giraba a su alrededor,
provocando que girase con ella el haz de luz que se proyectaba hacia el
exterior a través de la vidriera.
La chica
atravesó la puerta practicada en la pared de cristal y accedió al balcón
exterior. Se subió al zócalo del que partía la barandilla de metal, al borde
del abismo. A sus pies, contempló el vacío hasta la superficie en la base del
faro y, más allá, la ladera rocosa del cabo que descendía hasta encontrarse con
el mar embravecido.
—No lo hagas, por favor.
Se dio la vuelta y descubrió una figura recortada contra la luz de la
lámpara. Cuando esta se desplazó, pudo reconocer la etérea figura de su amado,
observándola a ella con expresión de temor en el rostro.
—Estoy harta de esta vida. No tiene sentido si tú no estás conmigo.
—Por favor, con esto no vas a arreglar nada.
—Pero pondré fin a esta agonía. No sabes lo que estoy sufriendo tu
falta.
—Lo sé. Sé que te despiertas por las noches, con los ojos llenos de
lágrimas, acariciando mi lado vacío de la cama. Sé que apenas sales de casa,
que ni siquiera tu madre ha logrado que le dediques una sonrisa sincera. Pero
créeme: así no vas a arreglar nada.
—No. He tomado esta decisión y no me voy a echar atrás ahora. Espérame
dondequiera que estés.
Cerrando los ojos, la chica se dejó caer de espaldas. En la caída
hacia el vacío, sintió cómo sus brazos la rodeaban con fuerza y gritó
desesperada.
—¡No! ¡Suéltame!
Unos días más tarde, despertó en una cama de hospital, conectada a
multitud de máquinas. La habitación estaba repleta de ramos de flores y
tarjetas, pero la chica lloraba desconsolada. Aquello que más ansiaba en el
mundo le había sido vetado, y ahora volvía a estar encadenada a una vida de
sufrimiento sin su amado.
Imagen: https://images.app.goo.gl/PJZFCsuKPtkY4uWi9
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